Poesía: Santiago y Otras Muertes I
Bendito de siega
y lastimado norte la mirada
qué fue de tu reinado
mascado así tropezaste
con cada escalón de la gracia
cuando azuzada llamó la rabia
impúdica que sangras
Bendito de siega
y lastimado norte la mirada
qué fue de tu reinado
mascado así tropezaste
con cada escalón de la gracia
cuando azuzada llamó la rabia
impúdica que sangras
“No basta con desplegar filas en marcha. Es necesario hacerlo según las reglas del combate callejero, es necesario que el teléfono, los bancos, [sic] y los arsenales pasen a manos de los obreros sublevados. Por eso:
Come piñas,
traga perdiz,
ha llegado tu hora, burgués.”
Santiago se bamboleaba con los temblores de tierra y los vaivenes políticos que fracturaban la estabilidad de la joven Unidad Popular. Por los aires un vaho negruzco traía olores de pólvora y sonajeras de ollas, “que golpeaban las señoras ricas a dúo con sus pulseras y alhajas”. Esas damas rubias que pedían a gritos un golpe de estado, un cambio militar que detuviera el escándalo bolchevique. Los obreros las miraban…
De andar desprevenido dando vueltas por el centro de Santiago, mirando vitrinas y ofertas y más vitrinas con maniquíes tiesos que encumbran la moda veraniega, la moda de temporada o las últimas liquidaciones antes del invierno. De caer en esa hipnosis de la calle céntrica…